Me gusta trabajar con técnicas tradicionales porque me permite expresarme de forma muy personal y tiene un punto de libre albedrío que me encanta.
Tanto en publicidad como en libros infantiles me gusta crear ambientaciones elaboradas.
Los personajes se mueven por escenarios fantásticos, más o menos plausibles, para que el espectador complete, con la imaginación, ese mundo.
Presto mucha atención a la arquitectura, reconocible, pero diferente donde suceden cosas a varios niveles. Gente que se mueve entre calles estrechas con edificios de tradición parisina, pero de altura imposible. Al igual que unos altísimos puentes por donde circulan tranvías de dos o tres plantas que no se sabe de dónde vienen ni a dónde van.
Me gusta que el espectador se recree en algunas imágenes buscando o descubriendo cosas que suceden en segundo plano. Escenarios, a veces, un poco decadentes, pero con encanto, donde, a veces, pongo mensajes que inspiren a los zagales/as.
En cuanto a los personajes; me gusta hacerlos cabezones y con rasgos peculiares, pero no estrambóticos. Intento que sean muy expresivos y dinámicos. También me gusta que la ropa con que aparecen salga un poco de lo normal en cuanto a forma y color, en la medida de lo posible.
Algo a lo que presto mucha atención es a las texturas, sobre todo en los fondos. Son bastante orgánicas y eso es algo que sólo la acuarela, el acrílico y el lápiz me pueden dar.
En definitiva, cuando hago una ilustración, lo que hago es capturar un instante de un mundo que no existe hasta que el lector/espectador lo ve. Y a partir de ahí los personajes se empiezan a mover en su imaginación.
Que uno de mis libros pase de una generación a otra sería un sueño para mí.