En el informe de Los libros infantiles y juveniles en España, publicado en septiembre de 2017 por el Observatorio de la Lectura y el Libro perteneciente al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España, se habla del actual «excelente momento del cómic y del libro ilustrado» (33):
«El libro ilustrado, tradicionalmente vinculado a los libros para niños, se ha consolidado completamente en nuestro panorama edi- torial y ha conseguido romper prejuicios y conquistar a lectores de todas las edades. El peso que ha ido adquiriendo el álbum ilustra- do dentro de la oferta editorial dirigida a niños y jóvenes, y tam- bién adultos, ha servido para revalorizar y potenciar el trabajo de los ilustradores».
En Formas y colores: la ilustración infantil en España (2004), Jaime García Padrino llevó a cabo el estudio más completo hasta la fecha sobre la historia de la ilustración en la literatura infantil y juvenil española, con el objetivo de «reafirmar el carácter y el lugar propio de esta manifestación artística en el marco general de nuestra Historia y de nuestra Cultura» (368). Superadas las limitaciones derivadas de la Guerra Civil y la primera posguerra, en los años sesenta y especialmente en la «década prodigiosa de los setenta» surgió un conjunto de dibujantes que, hoy en día, son conside- rados clásicos de la ilustración para niños y jóvenes en España. Se ha hablado de la generación o grupo de los setenta que incluiría figuras aún en activo, como Miguel Fernández-Pacheco, José Ramón Sánchez, Miguel Calatayud, Manuel Boix, Carme Solé o Luis de Horna (260). Sin entrar en clasificaciones ni generaciones, se comparten aquí las palabras de García Padrino:
«… el paso del tiempo —factor bien determinante— ha conver- tido a aquellos ilustradores y a muchas de sus obras aparecidas entonces en clásicos actuales de la ilustración dentro del marco general del libro y de la literatura dedicados a la infancia y a la juventud».
Se reúnen en estas diez entrevistas las voces de los ilustradores en acti- vo más veteranos de España que han dedicado parte o la totalidad de su obra gráfica y pictórica a la literatura infantil y juvenil: José Ramón Sán- chez, Maria Rius, Roser Capdevila, Pilarín Bayés, Luis de Horna, Manuel Boix, Miguel Calatayud, Carme Solé, Miguel Fernández-Pacheco y Javier Serrano.
En el número 274 de CLIJ (noviembre-diciembre 2016) publicamos el reportaje «LIJ española: La voz de los veteranos», del periodista y teórico de la literatura Antonio Ayuso Pérez. En él, y a través de breves entre- vistas personales, se reco- gían las opiniones sobre su oficio y su obra de los ocho escritores más veteranos de la LIJ española (nacidos entre 1923 y 1935), auténti- cos pioneros de nuestra moderna LIJ, y casi todos aún en activo. Sin embargo, y como bien dejó dicho la Alicia de Carroll, «sin ilustraciones, los libros para niños no tie- nen sentido». Así que, aquel reportaje sobre los escrito- res veteranos nos obligaba, irremediablemente, a un segundo reportaje, pero esta vez dedicado a los más veteranos ilustradores españoles. Un espléndido grupo de profesionales, representa- dos en este trabajo por diez de ellos, nacidos entre 1936 y 1946, que contribuyeron, y lo siguen haciendo con sus obras más recientes, a crear la nueva y muy valo- rada en el ámbito interna- cional, imagen de la LIJ española.
Jose Ramón Sánchez
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustrador?
Gran parte de mi vida ha estado dedicada a la literatura infantil y juvenil. Después en mi madurez he hecho otras cosas, pero lo que subya- ce son los ciento veinte o ciento vein- ticinco libros ilustrados de literatura infantil y juvenil a lo largo de mi vida. Entre ellos destacaría:
Los libros del aprendiz de brujo, de Lolo Rico de Alba y José Luis García Sánchez (1976). Son una colección de libros sobre el mundo del espec- táculo. Fue una experiencia muy inte- resante. Me dejó un poso muy creati- vo y fantasioso. Las ilustraciones no han envejecido nada, y ahora están frescas y jóvenes.
Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes (1993). Fue una terapia para mí. Estaba pasando una época personal muy mala. El Quijote me curó. Siempre vuelvo al Quijote, porque toda la sabiduría del mundo está en esta novela.
La Biblia contada a todas las gen- tes, de María Tabuyo (1997). Me enseñó un sentido profundo de la fe. Yo era un creyente superficial y me convirtió en un creyente profundo. Cuando tengo una crisis creativa, reviso mi Biblia porque creo que ahí están unas raíces interiores como yo no he desarrollado en otro libro.
Moby Dick, de Herman Melville (2002). Es el sueño que yo tenía des- de chaval. Yo pensaba entonces: «Cuando sepa dibujar muy bien, podré ilustrar Moby Dick». Para mi hijo Daniel, es la obra cumbre que yo he hecho. En 2017 he publicado una novela gráfica para adultos del clási- co de Melville editada por Panini Comics y Valnera Ediciones.
Cuando el abuelo fue niño (2013). Es el último libro infantil que he ilustrado. Hacía veinticinco años que no lo hacía, y no creo que vuelva a repe- tirse. El texto está escrito por mí. Son una especie de memorias desde el punto de vista infantil, fruto de mis conocimientos y experiencia de la vida.
¿Cómo ha evolucionado a lo lar- go de estos años la ilustración en la LIJ en España?
Creo que ahora hay mucho advene- dizo. Cualquiera hace un libro. El advenimiento de lo digital es nefasto. Ahora noto mucho truco digital. Esto se acabará y se volverá a las viejas técnicas de siempre. Es un momento de confusión. El ordenador y lo digi- tal están muy bien, pero hay que valo- rar lo artesanal y creativo. El verda- dero dibujante es un artesano, es decir, un tejedor.
¿Qué importancia tiene la ilus- tración en los libros para niños y jóvenes?
La importancia de la inmediatez y la cercanía. Es un problema de len- guaje. A un niño una cosa dibujada le da inmediatez, porque le aporta imá- genes. Hay que tener cuidado porque, si un libro no tiene imágenes adecua- das, la obra puede no llegar al niño.
Por último, ¿cómo le gustaría ser recordado por los niños?
Como una persona buena y queri- da. El objetivo último de la vida es que te quieran. El arte sirve para seducir a alguien con el objetivo de que se emocione y provocarle cariño, y que nos quiera. Al final lo que nos queda es el amor. Por ello, que me juzguen como una persona que amaba y a quien los niños querían.
Obras seleccionadas
Serie Los libros del aprendiz de brujo, de Lolo Rico de Alba y José Luis García Sánchez, 1976.
Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, 1993.
La Biblia contada a todas las gentes, de María Tabuyo, 1997.
Moby Dick, de Herman Melville, 2002.
Cuando el abuelo fue niño, de José Ramón Sánchez, 2013.
Maria Rius
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustradora?
Destacaría sobre todo las ilustracio- nes en que aparecen niños y niñas. En primer lugar, Per què canten els ocells (Por qué cantan los pájaros), de Amèlia Benet, Premio Lazarillo, con técnica de collage de papeles de colores. También Guaraçú, de Ricar- do Alcántara y L’avet valent (El abe- to valiente), de Jordi Cots, por ser tra- tados con grabados al linóleum. Otra obra que tuvo resonancia fue la de Chitina y su gato, de Montserrat del Amo, por su especial contraste entre colores y la negritud del gato prota- gonista.
¿Cómo ha evolucionado a lo lar- go de estos años la ilustración en la LIJ en España?
Las ilustraciones tienen la com- ponente de que son hechas por ordenador.
¿Qué importancia tiene la ilus- tración en los libros para niños y jóvenes?
Grandísima importancia para des- pertar su imaginación.
Por último, ¿cómo le gustaría ser recordada por los niños?
Aunque he impartido clases duran- te cuarenta años con jóvenes en la Escuela de la Diputación de Barcelona, me gustaría que me recordaran como ilustradora de más de cuatro- cientos libros publicados en muchos países y lenguas.
Obras seleccionadas
Serie La ruta del sol, de Aurora Díaz-Plaja, 1965.
L’avet valent (El abeto valiente), de Jordi Cots, 1966.
Per què canten els ocells (Por qué cantan los pájaros), de Amèlia Benet, 1967.
Chitina y su gato, de Montserrat del Amo, 1970.
Guaraçú, de Ricardo Alcántara, 1978
Roser Capdevila
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustradora?
Toda. He ilustrado más de trescientos cuentos para niños y libros juveniles. He estado siempre rodeada de niños y jóvenes. Ellos han sido mi fuente de inspiración. En mis dibujos he intentado plasmar sus caracteres, fisonomías, modas… y me he dirigi- do a ellos.
Los niños japoneses conocen a la jirafa Palmira (1983-1991); los fran- ceses, a la famille Choupignon, de la revista infantil Pomme d’Api, y a Gudule, la protagonista de una colec- ción de Hachette; y los brasileños, a la Bruja Aburrida (1986-1991).
Pero si hablamos de los personajes que han tenido más repercusión, debería mencionar los diecinueve cuentos de Las tres mellizas (1983- 1988), con textos de Mercè Com- pany, por lo que significó que aque- llos primeros cuentos que dediqué a mis hijas se convirtieran en una serie de dibujos animados (1996-2005) de ciento cinco episodios, que se emitió por todo el mundo. En cada episodio, la Bruja Aburrida castiga a las melli- zas dentro de un cuento. Las tres niñas parten con la ventaja de cono- cer las historias y siempre las resuel- ven de forma imaginativa.
Creo que en mis cuentos se crea un lazo de empatía entre los personajes y los lectores, que también pueden reconocer sus casas, sus paisajes, sus objetos y su presente. He intentado plasmar mi entorno hasta en los cuen- tos más fantásticos, rehuyendo las idealizaciones y los modelos perfec- tos; las mellizas no lo son. Cualquier cosa que dibujo tiene su propia histo- ria en mi mente, por ejemplo, mien- tras dibujo un muñeco me divierte pensar que su dueño lo ha llevado consigo y por ello ha perdido un ojo o han compartido una merienda y se ha manchado. Me entretienen todos los detalles. Podríamos encontrar para cada uno de mis personajes su doble, o muchos dobles, en la reali- dad. Mis vecinos, mi familia, conoci- dos… son mis vícti- mas. Pero mi mayor venganza fue cuando convertí a doña Pilar, la profesora que me tiraba los dibujos, en la Bruja Aburrida. Pero el éxito de la serie, es un éxito colectivo del gran grupo de buenos profesiona- les que trabajaron para Cromosoma y lo hicieron posible. Cada uno de ellos fue imprescindible.
¿Cómo ha evolucionado a lo largo de estos años la ilustración en la LIJ en España?
Me inicié en la profesión hace más de treinta y siete años. Ha evolucio- nado muchísimo. Hay herramientas nuevas. Yo me he ido adaptando a esas nuevas formas de hacer. El dibu- jo, a través del ordenador o de apps, permite explorar nuevas técnicas y las redes sociales e internet, nuevas maneras de mostrar o difundir los tra- bajos. Nada de eso existía cuando empecé. Estos cambios pueden ser muy provechosos aunque también aparecen nuevas problemáticas. Ac- tualmente, los ilustradores jóvenes tienen una mejor formación en este sentido.
¿Qué importancia tiene la ilustración en los libros?
Mucha. En los libros ilustrados el texto y los dibujos se complementan. Hasta los cuentos sin texto, dirigidos a los pequeños lectores, deberían tener siempre una historia que contar. Las ilustraciones deben ser narrati- vas. Una de las partes más atractivas es interpretar a tu manera un texto dado. Hay textos en que las imágenes te salen de forma espontánea y en otros requieren más imaginación. En otras ocasiones, se establece una colaboración entre los autores, el escritor y el ilustrador. Pero también quiero reivindicar la ilustración diri- gida a todos los públicos que ha ido ganándose un espacio con las novelas gráficas. Pronto voy a editar una, sobre mis recuerdos de infancia.
Por último, ¿cómo le gustaría ser recordada por los niños?
Empecé a ilustrar en los años ochenta y, actualmente, me sucede algo fantástico. Me encuentro con muchos de aquellos niños que crecie- ron con mis cuentos y que hoy ya son padres. Me emociona cuando me cuentan que han recuperado aquellos viejos cuentos para contárselos a sus hijos. Me gusta mucho ver mis libros con las hojas arrugadas, la portada manchada, nombres apuntados… es cuando descubres que han sido contados y leídos.
Obras seleccionadas
La cosidora (La máquina de coser), de Roser Capdevila, 1982.
Serie La girafa Palmira (La jirafa Palmira), de Roser Capdevila, 1983- 1991.
Serie Les tres bessones (Las tres mellizas), de Mercè Company, 1984- 1987.
Serie Les memories de la Bruixa Avorrida, (Las memorias de la Bru- ja Aburrida), de Enric Larreula, 1986-1991.
Las orejas del niño Raúl, de Camilo José Cela, 1986.
Pilarín Bayés
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustradora?
Muchísima, porque me estoy dedi- cando a esto desde hace cincuenta y pico de años. Creo que cada vez es más incisiva e interesante, salvando siempre a los clásicos. Soy conscien- te de que mi público principal son gente muy joven; intento darles lo mejor que tengo en el terreno artísti- co y de mensaje, sin intentar ser un oráculo.
Para empezar, destacaría El Zoo d’en Pitus (El zoo de Pitus), de Sebastià Sorribas (1966), con más de cincuenta ediciones; que es una historia antigua pero que no ha perdi- do actualidad. La solidaridad con- mueve lo mismo a los niños de antes que a los de ahora. Todavía hoy es leí- do por muchos niños. Era mi primera novelita y la oportunidad de trabajar sólo en negro que, como dice Albert Jané, «es donde un dibujante da su verdadera dimensión».
Antón Retaco, de María Luisa Gefaell (1972), es uno de los textos más bellos y poéticos con los que me he topado en mi larga carrera profe- sional. Mucha gente que lo tiene en casa nos pregunta si se ha vuelto a editar… estaría muy bien poderlo hacer. Conocí a María Luisa Gefaell, autora del texto, y toda la familia quedamos fascinados por su persona- lidad humana e intelectual. Lo pasé muy bien con este personaje y su variopinto entorno. Fue una edición muy económica, pero quizás esto per- mitió que profundizara más en la expresividad de las figuras.
Història de Catalunya (Historia de Cataluña), de Oriol Vergés (1973), muy rigurosa y muy científica, en la que intervinieron especialistas de cada época histórica y aunque el len- guaje es asequible para los niños, tie- ne un rigor extraordinario que la hace una obra con no muchos paralelos en el mundo. Coincidió el encargo con un momento de madurez, que me per- mitió afrontar la variedad de escena- rios y de indumentarias de época con una seguridad que de muy joven seguramente no habría tenido. Me gustaría pensar que ayudará a los niños a conocer su país con sus luces y sus sombras, y para los niños no catalanes también es un elemento para ver que las historias locales son parte de la historia universal.
¿Cómo ha evolucionado a lo lar- go de estos años la ilustración en la LIJ y el cómic para niños y jóvenes en España?
Hay estilos que evolucionan, la influencia de los manga y lo gótico diría que son importantes, pero la mayor transformación ha sido con la era digital.
¿Qué importancia tiene la ilus- tración en los libros y el cómic para niños y jóvenes?
Cuando un niño cuando empieza a leer, le supone un esfuerzo intelectual muy importante; los dibujos son un acompañamiento y un premio en la lectura. Esta es y debe ser su misión.
Por último, ¿cómo le gustaría ser recordada por los niños?
Que me recordaran ya sería muchísimo para mí, porque hoy en día todo es muy cambiante.
Obras seleccionadas
El Zoo d’en Pitus (El zoo de Pitus), de Sebastià Sorribas, 1966.
Antón Retaco, de María Luisa Gefa- ell, 1972.
Història de Catalunya (Historia de Cataluña), de Oriol Vergés, 1973. Serie Petites històries (Pequeñas historias), 1983-2017.
Serie El Pau i la Laia (Pau y Laia), de Adelina Palacín, Assumpta Verda- guer y Pilarín Bayés, 2000-2015.
Luis de Horna
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustrador?
La literatura infantil ha sido para mí un escenario ideal donde expresar la creatividad. Cada historia, cada personaje, cada narración, ofrecía una posibilidad de volver a la imaginación de la niñez. Destacaría:
Vida de Jesús, de Joa- quín García de Dios (1982), me llevó un traba- jo de tres años a finales de los sesenta. Hoy en día sus ilustraciones me parecen muy válidas, pensando en niños de entre cuatro y ocho años. Sirvieron de muestra de mi modo de hacer en la Feria del Libro de Fráncfort y, gracias a ellas, obtuve encargos suficientes para poder afrontar los años de carrera de Bellas Artes en Sevilla, después de haber abando- nado mi trabajo como director artístico en una importante editorial. El texto del libro lo escribió un profesor de mi juventud al que debo gratitud y admiración: Joaquín Gar- cía de Dios, jesuita.
La caja voladora (1990) obtuvo el IV Premio Austral Infantil en 1989. Este libro lo planteé únicamente con imágenes, sin texto alguno pero, a la hora de su publicación, la editorial consideró que sería más comercial acompañado de texto, por muy breve que fuese. Es una historia de carácter surreal, muy fuera de lo habitual, en la que los personajes (niña, niño y perro) siguen un camino encontrando diferentes escenarios fantásticos.
El libro juvenil La novia del bandi- do, de Eudora Welty (1991), supuso un reto muy atrayente. Pensé las ilus- traciones de un modo más realista y, como debían ser en blanco y negro, tomé de referencia la expresividad de las xilografías, en las que los contras- tes entre el negro y los claros pueden ser muy violentos, y los grises, en su diversidad de tonos, pueden lograrse texturando las superficies según con- venga. Y, por supuesto, cuidando mucho la expresividad del rostro de los personajes, así como la contextua- lización de los atuendos y complementos, según la época en la que transcurre la acción.
Mi primer libro de poemas (1997) es una antología de Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Rafael Alberti. Es el libro ilustrado por mí que más difusión ha tenido: treinta y cuatro ediciones hasta el momento. No cabe duda de que, con esos autores y la selección de poe- mas, el mérito mayor es el suyo. Mi satisfacción ha sido el «adornar» a mi manera las bellas palabras de tan grata compañía. Y es que ilustrar poesía es una de mis debilidades, posiblemente por ser un poeta frustrado.
«La reina de las nieves», incluido en el libro Cuentos, de Andersen (1999). Las ilustraciones de este título las afronté en un formato poco corriente para ser publicadas en un libro: 100 x 70 cm. en acrílico sobre madera. El motivo fue poderlas incluir en la exposición itinerante de mi obra «El arte de ilustrar», de modo que su tamaño diera más vistosidad al conjunto, constituido en su mayoría por tamaños mucho más reducidos.
En Hans el patán, de Hans Chris- tian Andersen (2005), introduje un diferente tratamiento de las formas, ya que la acuarela tiene un protago- nismo claro. Los personajes y la acción daban pie a unas imágenes un poco locas y caricaturescas. Es uno de los libros de los que estoy más satisfecho.
¿Cómo ha evolucionado a lo largo de estos años la ilustración en la LIJ en España?
Es evidente que la evolución ha sido muy positiva en cuanto a la cali- dad pictórica de los ilustradores. Esto se debe, en mi opinión, a que muchos de los nuevos valores provienen de las facultades de Bellas Artes, con especialidades centradas en el diseño y la ilustración.
¿Qué importancia tiene la ilustración en los libros?
El protagonismo de la ilustración es mucho más necesario en los libros infantiles que en los juveniles. Tiene la función de atraer al niño a ese arti- lugio con hojas de papel en el que pueden encontrarse historias fantásti- cas. Al mismo tiempo, cuando las ilustraciones son creativas, en su con- dición artística tienen la capacidad de ir formando el gusto por la belleza en las mentes de los niños. En el libro juvenil deja de ser fundamental para convertirse en un amable compañero del texto y sus personajes. No obstan- te, algunos sostienen (y en ocasiones estoy de acuerdo con ellos) que la ilustración es una limitación a la ima- ginación del niño, puesto que imagi- nará las escenas y los personajes sola- mente del modo en que el ilustrador lo plasmó en sus dibujos.
Por último, ¿cómo le gustaría ser recordado por los niños?
Como alguien que dibujaba libros y que hizo que se lo pasaran bien soñando un poquito.
Obras seleccionadas
Gino Comino y el camello Moja- Jamón, de José Martín Barrigós, 1970. La caja voladora, de Luis de Horna, 1990.
La novia del bandido, de Eudora Welty, 1991.
Mi primer libro de poemas, de Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Rafael Alberti, 1997.
Hans el Patán, de Hans Christian Andersen, 2005.
Manuel Boix
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustrador?
Hacer ilustración para mí ha sido una manera de descansar de la obra de gran formato, haciendo algo que siempre he disfrutado, y en un medio en el cual me he sentido cómodo y me ha permitido llegar a un público más amplio.
Entre los libros que he ilustrado, destacaría el Tirant lo Blanc, de Joa- not Martorell (1989); El Pardalet sabut i el rei descregut (El pajarito sabio y el rey descreído), de Josep Palomero (1982); La serp, el riu (La serpiente, el río), de Josep Palàcios (1986), y Yo soy el fuego, de José Luis García Sánchez y Miguel Fer- nández-Pacheco (1970), y añadiría El país de las cosas perdidas, de Ánge- la C. Ionescu, por haber recibido el Premio Lazarillo en 1971. La resolu- ción de la adaptación para jóvenes del Tirant lo Blanc, de Josep Palome- ro, obra fundamental de la literatura catalana, fue para mí muy satisfacto- ria y las ilustraciones han pasado a formar parte del imaginario colectivo en lo que se refiere al Tirant. El Par- dalet sabut, también de Josep Palo- mero, y La serp, el riu, por la técnica empleada y la singularidad de su for- mato, son dos obras de las que tam- bién me siento particularmente satis- fecho. Yo soy el fuego tuvo un gran impacto en mis inicios, con traduc- ciones a más de doce lenguas.
¿Cómo ha evolucionado a lo largo de estos años la ilustración en la LIJ en España?
Cuando empecé a hacer ilustración, el ámbito de la ilustración infantil y juvenil estaba bastante abandonado. Por suerte, la ilustración ha cambiado tanto y la producción es tan variada que se me hace difícil definir en qué consiste este cambio. Aunque detecto una influencia indudable de la tecno- logía y los ordenadores en cómo se ilustra hoy en día.
¿Qué importancia tiene la ilustración en los libros?
Las ilustraciones tienen una importancia comercial, ya que sin duda estas seducen por la inmediatez que da lo visual; una inmediatez que la literatura no puede aportar por su naturaleza. Pero la ilustración es sobre todo una introducción a una obra que espera ser satisfecha por el texto que la acompaña y justifica.
Obras seleccionadas
Yo soy el fuego, de José Luis García Sánchez y Miguel Fernán- dez-Pacheco, 1970.
El país de las cosas perdidas, de Ángela C. Ionescu, 1971.
El Pardalet sabut i el rei descre- gut (El pajarito sabio y el rey descreído), de Josep Palomero, 1982.
La serp, el riu (La serpiente, el río), de Josep Palàcios, 1986. Tirant lo Blanc (Tirante el Blanco), de Joanot Martorell adaptado por Josep Palomero, 1989.
Miguel Calatayud
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustrador?
En el trabajo dirigido a niños y jóvenes procuro incorporar soluciones de aparente ingenuidad que, de forma inevitable, terminan por permanecer cuando ya no se trata de ilustrar precisamente literatura infantil y juvenil.
Junto a la dosis de ingenuidad (que, por supuesto, nunca procede de la expresión plástica infantil, sino más bien de los sorprendentes recursos que ofrecen las viejas estampas popu- lares y otras manifestaciones de inne- gable atractivo visual, pero nunca valoradas como producto «artístico») propongo cierta relación con las van- guardias, el moderno grafismo y la pintura figurativa de nuestro reciente pasado.
De entre mis libros ilustrados, des-tacaría:
Cuentos del año 2100 de Aarón Cupit (1973). Premio Lazarillo en 1974 y primer libro personal, que vino de la mano de Miguel Buñuel, director y alma de La Ballena Alegre, colección en la que colaboraba lo mejorcito de la profesión en aquellos años: Goñi, Máximo, Celedonio Perellón…
Aarón Cupit había entregado un conjunto de siete relatos y el encargo consistió en portadilla en negro e ilustración a color para cada uno de ellos, más la cubierta, también en color. Ya aparecen las constantes que permanecerán en mi forma de enten- der la visualización del relato: boce- tos y estudio previo general, compo- sición ajustada, valor del trazo f ino sin intención de volumen, ordenación del color, técnica de acuarela insisti- da, etc.
Peter Pan de James M. Barrie (1976). Carmen Bravo-Villasante, traductora del texto de Barrie, era muy persuasiva y seguro que influyó en Doncel para conseguir que el aspecto de la edición se alejara del modelo Disney. Quedó encantada con el resultado, a pesar de mis dudas por la ocurrencia de haber acentuado la caracterización de algunos personajes con rasgos excesivamente humorísti- cos. La ilustración-secuencia que muestra a las fieras persiguiendo a los indios, que a su vez persiguen a los piratas y estos, a su vez, a los niños perdidos, tendría que haberse encartado en la encuadernación como un desplegable, pero por problemas de presupuesto no pudo ser.
He regresado al País de Nunca Jamás con un nuevo título: Imaginar a Peter Pan, a cargo de Degomagon, joven y prometedora editorial alican- tina. Descubrieron aquellos origina- les en la exposición «Cambio de luces. Ilustración española de los setenta» que Felipe Hernández Cava comisarió para el Museo ABC, y ya andan imprimiendo.
Una de indios y otras historias (1988) de Miquel Obiols. Primer Pre- mio del Ministerio de Cultura a las Mejores Ilustraciones de Libros Infantiles y Juveniles en 1989. Sólo dos apuntes: el sufrimiento de Miquel Obiols porque las ilustraciones de su fantasía-homenaje a Joan Miró no fueran en color y, a raíz del premio, mi reforzada autoestima, teniendo en cuenta que la distinción se concedió a un librito de pequeño formato, ilus- trado en blanco y negro.
Libro de las M’Alicias (1990) de Miquel Obiols. De nuevo Primer Pre- mio del Ministerio, en 1991, y terce- ra colaboración con Obiols, en esta ocasión en clave de álbum ilustrado. Isabel Cano, por entonces en funcio- nes de editora, pudo poner en marcha una colección basada, decía ella, en la relación cómplice entre texto e imagen. Hablé con Miquel y acordamos ir adelante con M’Alicias. La puesta en es- cena del surrea- lismo disparata- do del escritor no resultó tarea fácil: niña aplasta- da y reducido su volumen al grueso del papel, cerebros de alumnos colgaditos al sol en el patio del colegio… Ha sido una alegría la cuidada recuperación del libro por parte de Kalandraka.
¿Cómo ha evolucionado a lo largo de estos años la ilustra- ción en la LIJ y el cómic para niños y jóvenes en España?
Es interesante el grado de convi- vencia entre procedimientos deudores de la pintura y el dibujo «artístico», junto a otras miradas que van apareciendo y apun- tan hacia el territorio del diseño grá- f ico. Situación inquietante la del cómic infantil: sin publicaciones apropiadas, sin suplementos infanti- les —que han ido desapareciendo de los diarios—, y con la acusada ten- dencia a utilizarlo, cada vez más, en plan didáctico. Resulta chocante que este panorama se presente en un momento de máxima atención a la novela gráfica (nuevo contenedor del cómic contemporáneo) dirigida a adultos que fueron tiempo atrás jóve- nes aficionados a la lectura de tebeos y entrañables cuadernos de aventuras.
¿Qué importancia tiene la ilustración en los libros?
La ilustración en el libro se con- vierte en conductora de la imagina- ción del lector-espectador, dando lugar a dos itinerarios: el literario y el gráfico. Si ambos se complementan sin fisuras resultará muy difícil, casi imposible, imaginar ese libro de otra forma. El artista responsable de las imágenes puede elegir «momentos» y situaciones que mejor convengan a sus preferencias, e incluso aportar hallazgos de cosecha propia. En el cómic la experiencia es distinta. Se trata de narración visual y el dibujan- te está obligado a mostrarlo todo.
Por último, ¿cómo le gustaría ser recordado por los niños?
Intento contestar y de inmediato lo que expreso me parece pretencioso e inútil. Pienso en Manolo Prieto y en sus maravillosas portadas para Nove- las y cuentos, colaboración a la que dedicó diecisiete años de su vida. Él se sintió decepcionado al ver venir que sólo se le recordaría por la silue- ta del toro negro que Osborne intro- dujo en el paisaje.
Obras seleccionadas
Cuentos del año 2100, de Aarón Cupit, 1973.
Peter Pan, de James M. Barrie tradu- cido por Carmen Bravo-Villasante, 1976.
Escenarios fantásticos, de Joan Manuel Gisbert, 1979.
Una de indios y otras historias, de Miquel Obiols, 1988.
Libro de las M’Alicias, de Miquel Obiols, 1990.
Carme Solé
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustradora?
Durante cincuenta años he dedica- do mi vida profesional a la literatura infantil con placer y sentido de la res- ponsabilidad. Con los libros me diri- gía a los niños y niñas, ahora son ellos los que se expresan a través de mi pintura. Destacaría:
Pedro y su roble, de Claude Levert (1979), significó para mí entrar en el mundo de las emociones; el texto de Levert me permitió expresarme como no lo había hecho antes.
Raspall (Cepillo), de Pere Calders (1981). La riqueza del texto, su senti- do del humor y la magia del relato, me dieron la oportunidad de mostrar un mundo muy propio de la sociedad catalana de mi infancia, una época en la que los señores llevaban sombrero y en la que los niños no tenían voz.
La lluna d’en Joan (La Luna de Juan), de 1982, con texto propio, me dio la oportunidad de hablar, de for- ma simbólica, del hecho más traumá- tico de mi infancia, la muerte de mi madre; este libro me proporcionó el reconocimiento internacional y fue, para mí, un fin de etapa.
Els nens del mar (Los niños del mar), de Jaume Escala (1991) —libro que mereció el Premio de la Crítica francesa por considerar «que había un antes y un después en la temática de los álbumes ilustrados»—, abrió una nueva etapa en mi trayectoria: relatos que tratan más de la sociedad que de los sentimientos. A este siguió el proyecto de La cruzada de los niños, de Brecht (1992), que me enfocó hacia la pintura.
Cuentos… Tuve la suerte de ilustrar en 1999 seis relatos de García Márquez y entrar en su mundo, por lo relatado y por la forma de hacerlo. «Escrito para que Carme lo hiciera ver», esta fue la dedicatoria que escri- bió sobre mi libro. No se puede ex- presar mejor el hecho de ilustrar.
Un grapat de besos (Un puñado de besos), de Antonia Ródenas (2001).
El texto de Antonia me permitió romper con la lustración para narrar de forma pictórica la historia. Lleva ya quince ediciones.
¿Cómo ha evolucionado a lo largo de estos años la ilustración en la LIJ en España?
La ilustración en estos cincuenta años ha evolucionado, grosso modo, hacia un tipo de imagen en cierto modo fría y un tanto estereotipa- da, con grandes y notables excepciones. El tiempo se ocupará de hacer la criba.
¿Qué importancia tiene la ilustración en los libros?
En los libros la ilustración tiene una enorme importancia en las primeras edades, aunque un buen álbum ilustrado es para todos los públicos.
Por último, ¿cómo le gustaría ser recordada por los niños?
Como alguien que formó parte de sus mejores recuerdos, aun sin ellos saberlo, y como una persona comprometida con la sociedad.
Obras seleccionadas
Pedro y su roble, de Claude Levert, 1979.
Raspall (Cepillo), de Pere Calders, 1981.
La lluna d’en Joan (La Luna de Juan), de Carme Solé, 1982. Els nens del mar (Los niños del mar), de Jaume Escala, 1991. Un grapat de besos (Un puñado de besos), de Antonia Ródenas, 2001.
Miguel Fernández-Pacheco
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustrador?
Escribo, ilustro y confecciono libros desde finales de los sesen- ta. Al principio lo hice por ganarme la vida, algo nada sencillo para un artista plástico. Luego la magia del libro me atrapó y ahora lo sigo haciendo por pasión y con mucho más entusiasmo y calidad. Me parece que nunca pensé si lo que hacía era infantil, juvenil o senil.
A lo largo de casi cincuenta años he creado más de ciento cincuenta pro- ductos pretendidamente infantiles. También trabajé once años para Tele- visión Española en el mismo ámbito, y últimamente he escrito dieciocho novelas, más o menos para adultos. Con una trayectoria tan amplia y una obra tan extensa es difícil destacar algún título en particular.
Uno de mis libros ilustrados que más éxito ha tenido ha sido La Oca Loca, de Gloria Fuertes, que en el año 1978 y posteriores se vendió espectacularmente. Todo el mundo lo recuerda y era favorito entre las preescolaristas. Ahora, con la edición de Poemas de La Oca Loca, en Ka- landraka, parece que también lleva ese camino. Es como un ejercicio de nostalgia ver las caras de la gente que hace cola para que firme ejemplares para sus hijos o nietos. A veces los niños también resultan emocionantes, como sucedió en la escuela Gençana, en Valencia. La verdad es que no sé por qué tuvo semejante éxito. Es un fenómeno parecido al de La bola de cristal, donde también mi trabajo se volvió mítico.
¿Cómo ha evolucionado a lo largo de estos años la ilustración en la LIJ en España?
Considero que ha ido a mucho más y, en algunos casos, a mucho peor. A mi juicio, nunca se ha editado y con- sumido tanto con tan poca calidad; creo que la mayoría se equivoca al elegir. Por suerte, algunas editoriales, como Kalandraka, se dedican a recu- perar las obras de los grandes ilustra- dores o autores de otras décadas.
¿Qué importancia tiene la ilustración en los libros?
Importancia no es precisamente lo que tiene. Ni la belleza ni la virtud artística son importantes. Existen, sin embargo, pese a las pocas facilidades que se les dan; y son necesarias, cla- ro, como las flores, la lluvia… Cuan- do dejen de existir se las echará tanto de menos como a las abejas.
Por último, ¿cómo le gustaría ser recordado por los niños?
Los niños futuros lo tienen verda- deramente difícil, ya son demasiadas cosas las que deben recordar. Preferi- ría que lo hicieran determinados lec- tores. En mi tumba me gustaría que pusiera Aquí yace el que se equivocó, aunque probablemente pongan otra cosa. ¿Qué más da?
Obras seleccionadas
Maestros de la Fantasía, antología de Ángela C. Ionescu, 1972.
La Oca Loca, de Gloria Fuertes, 1978. Serie Gracias a…, de José Luis Gar- cía Sánchez y Miguel Fernández- Pacheco, 1979-1980.
La bella y la bestia, de Madame Leprince de Beaumont, 1982. Verdadera historia del perro Salo- món, de Miguel Fernández-Pacheco y Javier Serrano, 2000.
Javier Serrano
¿Qué relevancia ha tenido en su obra la LIJ y qué obras destacaría de su trayectoria como ilustrador?
He dedicado buena parte de mi vida profesional a poner imágenes en los libros de la llamada literatura infantil y juvenil, de manera que es ineludible admitir que me ha servido de excusa para expresarme. A la hora de ilustrar o, mejor, dibujar para textos, nunca he distinguido entre «literaturas». En mi criterio sólo exis- te una Literatura. Siempre que he tra- bajado como ilustrador lo he hecho para ganarme la vida, no porque pen- sara que ilustrar sea una forma «especial» de expresión plástica.
Desde el punto de vista literario, sin duda El Quijote (1987) es el mejor libro en el que he colaborado. Y he tenido la oportunidad de poner imágenes a algunos textos importan- tes, entre los que cabe destacar Muer- tes de Perro, de Francisco Ayala (1993); La familia de Pascual Duarte, de Cela (2014); Luces de Bohe- mia, de Valle-Inclán (2017) o La cruz del Diablo, de Bécquer (2007), entre los españoles, y algunos de la litera- tura europea, como El Hombre de la Arena, de Hoffmann (2000), Cuentos, de Andersen (1999), Cuentos, de Perrault (1997), Miguel Strogoff , de Verne (1992) o Cuentos de los Her- manos Grimm (1998), entre otros.
¿Cómo ha evolucionado a lo lar- go de estos años la ilustración en la LIJ en España?
Durante los últimos cincuenta años se ha producido una extraordinaria transformación en la ilustración de libros en España. En primer lugar, ha crecido mucho el número de profe- sionales interesados en ella y, en con- secuencia, se han multiplicado los estilos y «modas» en este terreno de la creación plástica.
En segundo lugar, la aparición de las nuevas tecnologías al servicio del mundo de la comunicación ha produ- cido un giro de 180 grados en las actitudes y aptitudes de los artistas gráficos. En cierto sentido, podría decirse que ha tomado forma, con el transcurso del tiempo, una profesión relativamente nueva, muy bien espe- cif icada, con características y con- ciencia propias, cosa que no existía antes de mediados de los años sesen- ta del pasado siglo. Los ilustradores anteriores de esa época eran muchos menos en número y calidad y, aunque sin duda fueron mejor retribuidos económica y quizás socialmente, no dejaban de ser islotes en el entramado cultural y social de la época.
Con el tiempo se han ido diluyendo los criterios de diferenciación entre las distintas disciplinas artísticas, hasta casi su total desaparición. Gracias a ello, el ilustrador del siglo XXI se comporta como cualquier otro artista gráfico: siendo fiel exclusiva- mente a su sensibilidad y relegando a un segundo o tercer plano el com- promiso que la ilustración, en su tra- dicional razón de ser, contrae con el texto al que sirve. De manera que un libro ilustrado suele ser hoy (o no es extraño que sea) más un catálogo de la obra de su ilustrador que un producto cultural que acumule dos versiones de una misma narración literaria.
¿Qué importancia tiene la ilustración en los libros?
No deja de ser éste un tema de cierta complejidad. Si yo fuese autor literario, es decir, crea- dor de histo- rias narradas literariamen- te, no querría que estas fue- sen editadas con ilustracio- nes. Tal crite- rio se justifi- ca, de una parte, reparando en que las ilustraciones condi- cionan la imaginación del lector; y, de otra, advirtiendo que confieren a la edición del libro cierta naturaleza «artificial» o «postiza», que yo no deseo para una obra mía. Me ocurri- ría lo mismo si alguien quisiera poner texto a imágenes que yo hubiese cre- ado para establecer un contacto direc- to con el espectador. En general, creo que los intermediarios no suelen ayu- dar mucho en ningún tipo de relación.
Dicho esto, que es sólo mi criterio personal sobre el tema, y, por tanto, carece de trascendencia, diré que incuestionablemente es agradable hojear los libros bien ilustrados y que la literatura ilustrada tiene un lugar importante en el mercado cultural; lo ha tenido siempre y lo seguirá tenien- do seguramente, sean cuales sean sus soportes.
Hay que añadir que muchos textos están escritos para ser ilustrados. Tal ocurre, sobre todo, en los libros para niños pequeños y muy pequeños. Naturalmente, en estos casos y en otros similares, la ilustración compone con el texto una sola realidad comunicativa. En tales circunstancias la ilustración de esos textos, o sim- plemente de la historia oral que expli- can, no solamente está justificada, sino también llena de contenido esté- tico y educativo.
Por último, ¿cómo le gustaría ser recordado por los niños?
Ni siquiera puedo concebir la pre- tensión de ser recordado por lo que haya podido conseguir por mi trabajo. Sinceramente, ser recordado como ilustrador no figura en mi catálogo de ambiciones.
Obras seleccionadas
El lago de plata y otros cuentos, de Joaquín Aguirre Bellver, 1990.
El temible Safrech, de Ricardo Alcántara, 1992.
Muertes de perro, de Francisco Aya- la, 1993.
Verdadera historia del perro Salo- món, de Miguel Fernández-Pacheco y Javier Serrano, 2000.
La letra que no tenía trabajo, de Miguel Fernández-Pacheco y Javier Serrano, 2003.